Ñaming

 Cada noche en la noche, 

invento una sala privada

en un rincón oscuro y nimio

de una ciudad como Oporto

en los años 50.


La contraseña es el último beso que no nos dimos.


Si tardas más de dos horas en llegar 

a mi imaginación bajarán la persiana

y nos pillaremos los dedos o la lengua. 


He hecho de mi alféizar un trampolín 

donde mis sentimientos saltan al ultramar,

para que sigas creyendo que nunca tuve. 


Cada noche niego el permiso al día

y aún así siempre llega antes que tú.


Un mañana de estos, 

iré a cobrar el sueño que me debes. 


Te abriré en canal

para observar tus sentimientos.

Me extraeré del olvido

en el que me has ubicado y

haré de tus entrañas 

ansiolíticos para volver a reír. 


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