PLATOS ROTOS 4.




Aquí la pena es una pena 

que ninguna alegría podría explicar. 


Mis ojos como platos se llenan de langostas salvajes que mueren tratando de imitar mis mecanismos de defensa.


No tengo un espacio en mi cara. 


¿Quieres oír algo triste? 


Entonces déjame respirar a mí. 


Debo escaparme de mí misma 

para llegar a casa a cenar. 


Porque qué tipo de yo,

querría llegar a cenar.


Dije que sólo llegaría al límite

y tú lo cruzaste para impresionarme.


Ahora nos divide una aguja muy fina,

antes de que la enhebres te darás cuenta: me dan más miedo que el reloj. 


Y queda una voluntad humana despreciable, 

que sólo quiere ver cómo te arrodillas 

ante mi enfermedad. 


Sólo tú sabes que de nada servirá 

que mis rodillas marquen dos hoyos

en el fondo del diagnóstico. 


Es más grande de lo que te dije que sería la distancia entre nosotros ahora.


No quiere una sirvienta,

no quiere una esclava,

no quiere a un victimista: aparta. 


Quiere una víctima: me quiere matar. 


Y yo a ella también la quiero.


Joder, qué putada. 


La quiero muchísimo,

es la madre del jardín más húmedo 

y amarillo de mi cerebro. 

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