Platos rotos 1







Vivo en una soledad que no llamó nunca a tu puerta. 


Y lo digo de manera rotunda,

iracunda, concienzuda, segura,

sin miramientos, SO-LA,

siento cátedra:  vivo en una soledad que no llamó nunca a tu puerta.


Tu puerta sigue clavada aquí desde el huracán, ¿lo recuerdas? 


Me dolió tanto que 

tuvieron que ponerle mi nombre 

y quitármelo sin vergüenza después. 


Pero yo soy la dueña,

portadora

y única especie de niña con artrosis,

poseedora de los derechos de la letra 

que nunca te dejó ir por delante

a la hora de entrar al jardín 

a mandar callar a las flores por envidia. 


Que vuelvan las flores. 


¿Cuándo se fueron la flores?


Pero, 

¿cuándo se quedaron?


Nada puede quedarse aquí,

te hice un jeroglífico pestaña por pestaña

y soplaste. 


Eres completamente inútil.


Aparta, esta chica se auto destruirá en 3… deseos.


Fuiste un genio ignorante.


Mientras yo, 

una lámpara de colores apreciables 

bajo el sol de otro mundo. 


Una lámpara que apagaba el sol de este,

porque lo necesita demasiado como para 

morir a los 33 sin estar morena.

Sufriendo sobre la cama

de una habitación propia,

sin candado.

Por la que nos peleamos verbalmente 

de una forma tan infantil y ridícula

que quien la habitaba: prefirió morir a escucharnos.


Para ceder un paso que ya sabías 

que yo sabía que me mataría, 

joder. 


Te dije que no tocases el puto candadito.

Yo no era el puto candadito,

yo era la llave maestra de todo lo que te provocaba urticaria. 


Y, 

aún así, 

no me usé porque tú lo hacías mejor. 


Te dije que no tocases el puto candadito

posándote los pechos en las mejillas.


Ahora no volveré a decirte 

lo que mereces con protección, 

es que te lo dije. 


No toques el putLa puerta.


Imbécil, me sacaste del marco y de quicio,

aquí no se puede ni pasar ni salir. 


Ahora tengo que cerrártela en la boca.


No me interrumpas o el próximo anuncio será tu cara golpeada por la realidad. 


Joder, deja de coleccionar las tormentas comarcales.


Sé que te recuerdan a mi vulnerabilidad.


Mi vulnerabilidad escribe himnos de los 90 que escuchan los nacidos defectuosos

en los 90.


Sólo dicen: yo llegué antes,

así que me iré después 

o esto es tan triste como llorar 

para no reírse a solas.


Si me hubieses pedido la espalda con educación, nunca te la habría dado. 


Muérete, por favor. 


Mué re te 


en paz.


Comentarios

  1. ¡¡Qué grande eres!! (L)

    ¡¡Gracias!!

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  2. Tía, tu poesía es de una ternura violenta que ni si quiera sé catalogar. Te sigo desde que eras más joven que ahora y visitabas jams que se volvieron crueles después. Te oí recitar ahí y también me escuchaste hacerlo. Siempre me pongo contenta con tus logros. Me encanta lo que escribes y tus libros ❤️

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  3. Gracias por volver. Extrañaba leerte por aquí 🌺

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  4. Gracias por abrir este blog. El poema es una pasada.

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